Cuando comienzas a mover tu lápiz, lentamente tratando de tener la mayor precisión en El trazo de un Artista, un trazo recto o curvado, evitando temblar.
Esto se conecta con la simplicidad del respirar.
Coge aire, retenlo y traza tu línea con precisión y seguridad sin vuelta atrás.
Es simple y a la vez complejo, manejar nuestro movimiento con la mejor precisión posible con la concientización de cada paso, el movimiento que genera es liberador y al despegar el lápiz del papel sueltas el aire, algo de desprender, lo es el soltar.
Sonríe, lo haz logrado.
Creo que nosotros los artistas a veces tendemos a ser perfeccionistas y eso nos consume un poco al momento de la creatividad, nos genera bloqueos y no solamente en el trazo sino en las emociones, es así la vida; no podemos separar las relaciones y el trabajo, somos un mismo ser con muchas caras o gestos.
Somos un mismo cuerpo y todo lo que vivimos lo reflejamos, nos relacionamos con todo tipo de seres; personas, animales, la naturaleza en miles de formas y hasta con cosas que no se denominan seres. Como el espacio que habitamos, nuestras cosas, nuestros libros; muchas veces hasta respetamos tanto nuestro espacio y cosas que podríamos reflejarlas como sagradas. De alguna forma podrían serlo, son casi siempre los espacios en los que habitamos regularmente los culpables de muchas creaciones, como lo es también el lápiz que nos acompaña en la idealización de aquel pensamiento creativo ¿Cómo no valorar aquel pincel que da forma y asemeja el color deseado?
Lo bueno de acoger la etiqueta de artistas gráficos es que podemos decidir sin miedo el trazar fuerte o suave una hoja de papel, el dejarnos llevar por el lápiz en el compás que él decida. Ojala dejáramos a un lado el perfeccionismo, dejáramos un poco de exigirnos tanto y pudiéramos fluir un poco más. Como lo hacen las hondas, como lo hace el viento, el agua, como lo hacemos cuando reímos o bailamos.
Somos un mismo ser, venimos de la naturaleza y asemejamos muchas cosas de ella, el movimiento destencionante que se refleja el baile o el sonido de la risa que fluye como el sonido del viento; así deberíamos ser en nuestra creación, realizar trazos hay veces sin sentido solo fluir en el movimiento del baile de aquel lápiz.
Las técnicas no solo va en las prácticas, también va acompañada del sentimiento del creador y es generado por algo que se mueve con fuerza, algo propio, una fuerza que mueve el alma y la pasión.
El trazo de un Artista no solo se basa en el movimiento del lápiz, es toda una armonía de interacción.
Enfocarnos es tener un equilibrio mental como el ser coherente con lo que pensamos, hacemos y decimos. No es fácil pero es dejar que el alma fluya en un ser equilibrado en busca de ser un mejor ser. Una confrontación con el sentimiento, una terapia dada en el resultado del movimiento de aquel lápiz que nos moldea.
Al dibujar convertimos el lápiz en una extensión del cuerpo, nos conectamos tanto en el deseo de generar el resultado de la mente, en ser entendedores de la escucha interna y propia que hay veces al crear un arte o dibujo es posible dejarnos llevar tanto por la ilustración que podría volverse una meditación.
Meditamos en cada trazo, olvidamos por un momento los problemas y los dolores como si el lápiz fuera nuestro terapeuta que hace que todo lo que nos pesa pueda ser soltado y reflejado en aquel dibujo e ilustración. Así también lo es la música que fluye en nuestro cuerpo, esa que nos hace bailar, cambiar de animo, salir adelante, despertarnos o dormirnos. Somos al dibujar la liberación de energía que nos da escuchar la mejor canción.
En el resultado al creer que finalizamos nuestro arte, nuestra mesa de trabajo, brindamos lo que necesitamos dejar o dar. En los colores que le dan realismo y virtud a cada trazo son el reflejo de un pedazo de nosotros mismos en cada proceso, en cada creación dejamos una parte que deseamos compartir al mundo a otro ser; es así como el equilibrio también abarca en el entorno, para lograr complementarnos entre todos y todo.
Por: Daniela Zárate Villamizar
Actualizado: 21-05-2021